LA FAMILIA ONÍS
Breves datos biográficos para la ENCICLOPEDIA ASTURIANA
por
Carlos de Onís Sánchez
ARCHIVO ONÍS
1972
ONÍS Apellido de una familia noble asturiana, cuya casa solar se encontraba en la Torre
de Villoria, Concejo de Onís. Esta Torre de Villoria de los Onises, enclavada en el barrio de este
nombre del pueblo de Onís (Benia), se erguía aún en ruinas a principios de este siglo, como puede
apreciarse en la fotografía, y era conocida por el nombre de “La Torrona”. Se dice que en ella
pernoctó Felipe II, y que tiene unos pasadizos subterráneos que la comunican con el soberbio
edificio llamado Casa de Los Cebos. La propiedad de la Torre pasó en fecha no determinada a la
familia Miranda, y fue un administrador de esta quién hizo derruirla para construir con sus piedras
dos casas de grandes proporciones que se encuentran en el borde de la carretera, inmediata al
bellísimo pueblo de Onís.
Los orígenes s remotos conocidos de esta familia aparecen consignados en la obra del
siglo XIV “Bienandanzas e Fortunas de la Edad Media”, por José García de Salazar. Se trata de un
códice existente en la Real Academia de la Historia de Madrid, publicado en 1884 por D.
Maximiliano Camarón, con un bosquejo biográfico de García de Salazar, escrito por Don Antonio
de Trueba. En esta obra se sitúa en tierra de Álava y de Guipúzcoa a un importante linaje Onís,
más bien un clan, que aliado con el de los Lazcanoz, formaron el bando principal en las luchas
Medievales contra los Gamboinos, o clan de los Gamboas.
Posteriormente, ya en el siglo XVI, encontramos en el Archivo del Concejo de Onís partidas
de nacimiento, matrimonio y defunción, y padrones por el estado noble, como el siguiente que
transcribimos:
Año de 1541.- Padrón que se hizo por la Justicia ordinaria del Concejo de Onís, en
virtud de provisión Real y Cedula de S.M., su fecha a 4 de Abril de dicho año para el
repartimiento de la moneda forera, en el cual hay las partidas siguientes:
Antonio de Onís, hijodalgo
Hernando de Onís, hijodalgo
Tomás de Onís, hijodalgo
Alonso de Onís, hijodalgo
Juan de Onís, hijodalgo
Catalina de Onís, viuda, hijadalga
Según los datos genealógicos y de toda índole que aparecen en documentos del Archivo
Onís, que se encuentra actualmente en Salamanca en poder de un descendiente de la familia,
resulta que el Licenciado Antonio de Onís, médico, que estudió en Salamanca, hijo de Don Tomás
de Onís, salió de la Torre de Villoria en 1562 para establecerse en Pontevedra, donde casó con
Doña Antonia Sarabia, y tuvo entre otros hijos a D. Juan de Onís, cabeza del tronco en el que se
originan las dos ramas de la familia que se establecieron una en Valladolid, y la otra en
Cantalapiedra.
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En otro documento que figura en el “Memorial del Pleyto de hidalguía que sostuvo Don
Ambrosio de Onís en 1653, se dice lo siguiente:
“Todos dicen en la misma conformidad del tiempo de sus conocimientos, y de primera y
segundas oydas a las personas, que unos por haberlo visto, y otras por haber sido repartidores, y
otros coxedores de padrones de pecheros, que en llegando a la Casa de Villoria, pasaban de largo
sin pedir ni cobrar cosa alguna, por ser sus moradores Hijosdalgos de sangre no por otra razón.”
Estos hidalgos de la Torre de Villoria cuidarían sus campos y su ganadería, irían a la guerra
o a la mar cuando fuera menester, y con el tiempo emigraron a otras tierras de España y de América.
Según los datos genealógicos y de toda índole que aparecen en documentos del Archivo
Onís, que se encuentra actualmente en Salamanca en poder de un descendiente de la familia,
resulta que el Licenciado Antonio de Onís, médico, que estudió en Salamanca, hijo de Don Tomás
de Onís, salió de la Torre de Villoria en 1562 para establecerse en Pontevedra, donde casó con
Doña Antonia Sarabia, y tuvo entre otros hijos a D. Juan de Onís, cabeza del tronco en el que se
originan las dos ramas de la familia que se establecieron una en Valladolid, y la otra en
Cantalapiedra a principios del siglo XVII y de las que actualmente quedan numerosos
descendientes, agnaticios los de la rama de Cantalapiedra, y por línea materna la vallisoletana.
Don Juan de Onís, que fue Regidor de Pontevedra, casó cuatro veces. De su segunda
esposa, Doña Francisca Coutiño, natural de Oporto, hija del navegante portugués Lope Coutiño,
tuvo un hijo llamado Bentura de Onís, bautizado en Pontevedra el 28 de Enero de 1588. Fueron
padrinos el Doctor Onís y Doña Mancía Pereyra de Moscoso.
La cuarta esposa de Don Juan, Doña Ysabel Thomas Cardoso, hija de Don Gerónimo de
Chaves y de Doña Marquesa Cardoso, vecino de Cambados, de quién tuvo tres hijos: Jacinto,
Pedro y Andrés. Este último fue bautizado en Pontevedra el 2 de Mayo de 1613. Por lo tanto, Don
Bentura y Don Andrés fueron hermanos de padre, hijos de la segunda y cuarta esposa de Don Juan
de Onís.
Tanto el Regidor Don Juan, como sus cuatro esposas, que fueron Doña Leonor de Acosta,
Doña Francisca Coutiño, Doña Francisca Coronel, y Doña Ysabel Thomás Cardoso, fueron
enterradas en la capilla de San Jacinto, del Monasterio de Santo Domingo, de Pontevedra, en cuyas
ruinas está hoy instalado el Museo arqueológico. Don Juan de Onís era patrono de dicha Capilla.
Don Bentura de Onís pasó a Madrid y a Valladolid, y llegó a ocupar cargos importantes al
servicio del rey, pues perteneció al Consejo de S.M. en su Contaduría Mayor de Hacienda. Casó
con su prima Doña Ysabel Coutiño de Onís. Don Bentura es el número 1 de la rama vallisoletana
de esta familia.
Don Andrés de Onís vino a establecerse en Cantalapiedra, villa importante entre Salamanca
y Valladolid, donde cacon Doña Ana Hernández, el 26 de Mayo de 1640. Don Andrés es el
número 1 de la rama de Cantalapiedra de la familia Onís, cuyo solar fue la Torre de Villoria en el
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Concejo de Onís, Principado de Asturias. Don Andrés murió en Fresno el Viejo, cerca de
Cantalapiedra, el 30 de Julio de 1689, dejando descendencia de varón.
Entre los miembros más destacados de la rama vallisoletana se encuentran el propio Don
Bentura del Concejo de S.M., como ya hemos dicho. Por el testamento, otorgado en nombre suyo
con poder al efecto en Madrid a 27 de junio de 1675, por su viuda Doña Ysabel Coutiño de Onís,
Señora de la villa de Olivares de Duero, Casa y Bosque de la quemada, resultan varias Fundaciones
de obras pías y patronales en Valladolid y en provincia, así como en el Concejo de Onís y en
Pontevedra. La principal es, según los términos del testamento: “una Memoria y casamiento de
huérfanas, de 600 ducados anuales, los cuales se han de distribuir en la dotación de doce
huérfanas, para casarse o ser religiosas. Estas huérfanas deberán ser cuatro del Concejo de Onís,
en Asturias; cuatro, naturales de Pontevedra; y cuatro de la Villa de Olivares de Duero, en
Valladolid.
Hijo de Don Bentura de Onís fue D. Ambrosio de Onís, el cual casó con Doña María
Santiesteban y Valladolid, Sánchez de Bañuelos y Menchaca. Fue Regidor de Valladolid, caballero
de la Orden de Santiago, Tesorero del rey, y en 1680 le fue expedido el título de Marqués de
Olivares de Duero. Gran señor, opulento y generoso, fue admirador de la literatura y de las artes,
protector de artistas y poetas. Fue miembro del tribunal de Cuentas, Alguacil Mayor del Consejo de
la Santa Cruzada y estuvo en posesión de los mayorazgos de Santiesteban y de Bañuelos. Casó
en segundas nupcias con Doña María Teresa de Lugo y Montalvo, en cuya familia había
mayorazgos y fundaciones de monasterios en Alba de Tormes y en Terreros.
Hijo suyo fue Don Diego Bentura de Onís Santisteban y Bañuelos, también Regidor de
Valladolid. Don Diego no tuvo más que una hija llamada Doña Ángel de Onís Santisteban y
Bañuelos, Marquesa de olivares de Duero, que casó con don Gerónimo de contreras, que tampoco
tuvieron más que una hija, que casó a su vez con Don Domingo de Colmenares, Conde de
Polentinos, de cuyo matrimonio tuvieron a don Domingo, Don Pedro Antonio y Doña Brígida de
Colmenares, casada esta con el Conde de Cancelada. Vemos, pues, que la línea agnaticia se
interrumpió en esta rama vallisoletana en Don Diego Bentura de Onís Santisteban y Bañuelos, al
no haber descendencia de varón.
Mientras tanto, los Onises de Cantalapiedra fueron afincándose en la villa castellana,
adquiriendo posesiones tales como Mollorido, extenso despoblado que fue reducido a cultivo,
reconstruido, y denominado nuevamente Carolina de Santa Cristina. En Mollorido sitúa Cervantes
la patria de Diego Cortado, Cortadillo, uno de los dos protagonistas de su novela ejemplar
“Rinconete y Cortadillo”.
Continúa de esta suerte su vida de hidalgos campesinos durante muchos años hasta que,
ya en el siglo XVIII, aparece una figura relevante de la familia, Don José de Onís López González,
que nació en Cantalapiedra el 11 de mayo de 1726. Estudió Humanidades y Leyes en la
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Universidad de Salamanca, y pasó después a Madrid a instruirse en la Carrera diplomática. Reinaba
Carlos III, y es sabido que su equipo diplomático era uno de los mejores de Europa. Don José, de
Onís fue miembro del Consejo de S.M. Ministro Plenipotenciario en Dresde, cerca del Elector de
Sajonia, y el 16 de Agosto de 1792 fue nombrado Embajador en Rusia ante la Emperatriz Catalina
II, la Grande (1729-1796).
Doña María Manuela de Onís González-Vara, sobrina y esposa del embajador, escribió un
“Diario del Viaje de Cantalapiedra a San Petersburgo”, que se conserva inédita en el archivo Onís,
de Salamanca. La señora describe minuciosamente el largo recorrido hecho desde Cantalapiedra
a Barcelona, la travesía del Mediterráneo hasta Génova, continuando hacia el Norte de Italia,
cruzando por Austria el Tirol, Alemania, Polonia y finalmente Rusia. Comen el viaje en
Cantalapiedra el 19 de Agosto de 1792, y concluyó en la capital de Rusia el 5 de Enero de 1793,
con una duración, por lo tanto, de cuatro meses y medio. El viaje se hizo en dos grandes coches, y
los mismos que salieron de Cantalapiedra fueron los que llegaron a San Petersburgo, después de
las frecuentes e inevitables reparaciones de ejes y ruedas averiados en el camino. Los tiros de
caballos de estos coches- en algunos trayectos 6, en otros hasta 10- fueron tomándose y dejándose
en las numerosas postas estacionadas a lo largo de todo el trayecto. Los viajeros eran siete: Don
José de Onís y su esposa Doña María Manuela; una doncella, un ayuda de cámara, un cocinero
francés, y dos cocheros. En el primer coche viajaban los señores y la doncella; y en el segundo el
ayuda de cámara y el cocinero con los equipajes, formado por dos grandes cofres de madera y
cuero, reforzados con herrajes, y los dos cocheros en sus pescantes respectivos. Todos ellos
llegaron sin novedad a San Petersburgo, sin más accidente ni incidentes que las averías que
sufrieron los coches por los malos caminos.
Doña María Manuela describe en su Diario el paisaje, los pueblos y ciudades que
atraviesan, la vestimenta de los campesinos (tan variada y pintoresca en la Europa del siglo XVIII),
la calidad de las posadas y alojamientos donde pernoctan, hasta el palacio en Bielistock de la
Princesa de Cracovia, hermana del rey de Polonia. A su llegada s San Petersburgo son recibidos
con todos los honores. El ministro de hacienda, Voronzov, había ordenado a la Aduana que no se
tocaran los equipajes de los emisarios del “admirado país del sur”. No termina el Diario al finalizar
el viaje, pues Doña María Manuela lo continúa para contarnos las experiencias de su larga estancia
en la Corte Imperial de Catalina II la Grande, las intrigas de los palaciegos, las bodas reales, las
grandes fiestas y banquetes en el Kremlin o en el Hermitage, las fiestas populares, que siempre
terminaban en sangre.
Don José de Onís regresó de su embajada en 1798. Fue nombrado Consejero de Estado y
Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III. Se retiró a su villa natal de Cantalapiedra.,
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donde murió el 6 de noviembre de 1802, y en la Iglesia Mayor de Santa María del Castillo está su
sepulcro. No dejó descendencia de su matrimonio.
Otra personalidad relevante de esta familia es Don Luís de Onís González-Vara (n.
Cantalapiedra 1762, m, Madrid, 1827), sobrino del Don José mencionado, por ser hijo de un
hermano de este, llamado Don Joaquín. Después de estudiar en la universidad de Salamanca,
pasó a la legación española de Dresde, donde su tío don José ocupaba el cargo de Ministro. Allí
permaneció varios años capacitándose en las tareas diplomáticas, y se casó con Federica von
Mercklein y Grell. Fue sucesivamente Secretario de la Legación, Encargado de Negocios, visitando
durante esta etapa las Cortes de Berlín, Viena, y otros diferentes puntos de Europa Central, hasta
que en Noviembre de 1792 fue trasladado a Madrid en calidad de Oficial de la Primera Secretaría
de Estado.
En el año 1799, habiéndose descubierto recientemente la vacuna, pidió al Instituto Nacional
de Francia el método de vacunar y la materia de las vacunas, e hizo vacunar a su hija Narcisa, de
corta edad, por el Profesor de Medicina de la Real Familia Don Ignacio de Jaúregui, desechando
los temores que existían sobre ella, teniendo la satisfacción de que la Reina Doña María Luisa,
esposa de Don Carlos IV, enviase dos Profesores, Lacaba y Molero, para que diariamente le diesen
razón de la nueva vacunada. El informe favorable de estos doctores contribuen forma decisiva
no solo a la extensión en España del método de vacunación, sino que S.M. enviase dos
expediciones con la materia vacúnica a América y Filipinas, introduciéndose por este medio y por
su personal intervención la vacuna en todas las posesiones españolas de los tres Continentes de
Europa, Asia y América.
En 1808, y en su calidad de Oficial de la Primera Secretaría de Estado, es Don Luís de Onís
uno de los componentes del séquito de Fernando VII en el famoso viaje a Bayona, cuando el rey y
demás miembros de la Familia real española son atraídos allí engañosamente por Napoleón con el
fin de arrebatarle la Corona. Acompaña Don Luís al secretario de Estado, Don Pedro Cevallos, y a
otros diplomáticos y palatinos en aquel desdichado viaje, prólogo de la Guerra de la Independencia,
tales como el duque de San Carlos, el Marqués de Ayerbe, y el canónigo Escolquiz. En Bayona,
como es sabido, Napoleón exigió a Fernando VII la renuncia de la Corona, y este pidió parecer a
los componentes de su cortejo. En la votación consiguiente hubo disparidad de opiniones. Don Luís
de Onís, al igual que los demás diplomáticos allí presentes de la Secretaría de Estado, emitió su
voto por escrito en los términos siguientes: Cumpliendo con la orden de S.M. relativa a que mi
parecer sobre la propuesta que ha hecho el Emperador de los Franceses para que renuncie a la
Corona de España a favor de S.M. Imp. y Real, debo decir terminantemente que mi opinión es que
el Rey no puede ni debe por ningún título hacer semejante renuncia. -Bayona, 29 de Abril de 1808.-
Firmado: Luis de Onís.
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Antes de emitir este voto por escrito, había dicho al Rey de palabra cuando este presidía la
reunión de los españoles; Señor, así como los vasallos deben dar la vida por su Rey siempre que
sea necesario, así el Monarca debe anteponer su bien en cualquiera circunstancia para labrar su
felicidad. Las del día son tales, Señor, que en mi dictamen V.M. no puede por ningún título renunciar
ni cambiar por otra la Corona que ha heredado de sus progenitores, y que tan generosa y
unánimemente le han confirmado sus vasallos.
Esta actitud dio lugar a que fuera puesto en el Castillo de Bayona por orden de Napoleón,
pero a poco logró evadirse, regresando a España, mientras Fernando VII y gran parte de su séquito
eran llevados al castillo del príncipe de Talleyrand, en Valencay, donde permanecerían hasta poco
antes de la caída de Napoleón en 1814.
Una vez en España, don Luís de Onís se puso al servicio de la Junta Suprema Central
Gubernativa del Reyno, que en ausencia del Rey cautivo asumió el poder en toda España. La
presidía el conde Floridablanca, y hubo de trasladarse a Sevilla tras la ocupación de Madrid por los
franceses a raíz del levantamiento del 2 de mayo de 1808. A poco murió el conde de Floridablanca,
y fue Don Luís de Onís su albacea testamentario, quién hubo de hacer también el inventario de sus
efectos personales pues la muerte del Conde fue repentina.
Estando en Sevilla la Junta Central, y en pleno apogeo la lucha del pueblo español contra
Napoleón-ya había tenido lugar la Batalla de Bailén en la que fue Don Luís de Onís designado
Embajador de la Estados Unidos de América en agosto de 1809, expidiéndosele las Cartas
credenciales por la Junta en nombre del rey Don Fernando VII. No recibió Don Luís con agrado
este nombramiento por considerar el puesto de Washington de menor categoría que otras
representaciones diplomáticas que pudieran corresponderle, y por estimar también que su
designación era efecto de una intriga del Secretario de Estado, Don Martín de Garay, para alejarle
de la Secretaría. Sin embargo, aceptó disciplinadamente el cargo, y partió para Nueva York en la
fragata de guerra “Cornelia”, el mismo navío en que viajó Jovellanos de Cádiz a El Ferrol en los
aciagos días de 1810. “Se me ha mandado dar este barco - dice en carta a su hijo Mauricio Carlos,
que se encontraba en Londres - para que vaya con todo el decoro de la representación de Ministro
Plenipotenciario y Enviado Extraordinario. Se ha declarado, para que me persuada de que no es
desgracia ni intriga, que este puesto es el más importante y el de más confianza, y que como tal se
me ha elegido a mí. Mamá está todavía furiosa, pero ya va cediendo y creo que al fin se conformará.
Tus hermanitas también están conformes.”
La Cornelia llegó a Nueva York el 4 de octubre de 1809 después de una navegación de 43
días, en la que tropezaron con un fuerte temporal que la fragata capeó gallardamente. Iba Don Luís
de Onís a suceder en la Embajada de Washington al Marqués de Casa Irujo, que había
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permanecido en los Estados Unidos varios años, y se había casado allí con una hija del Gobernador
de Filadelfia.
La misión diplomática de Don Luís de Onís en los Estados Unidos iba a durar hasta mayo
de 1819, y resultaría extremadamente difícil. En estos diez años trabajó infatigablemente en
defensa de los intereses de España, rodeado de circunstancias sumamente adversas. Fueron unos
años críticos en los que se produjeron en el Continente Americano dos hechos de la mayor
trascendencia histórica; el creciente poderío y afán expansionista de los Anglo-americanos (como
entonces se llamaba a los norteamericanos), y los movimientos incontenibles de independencia
que se producían en toda la América española. Desde su puesto de Washington tuvo que luchar el
embajador español contra estas dos poderosas corrientes, sin poder contar con un fuerte respaldo
y apoyo del gobierno español, absorbido en un principio en la tremenda lucha contra Napoleón, y
posteriormente, desde 1814, tras el regreso a España del Deseado Fernando, enzarzado en las
interminables luchas entre absolutistas y liberales. Solamente gracias a su energía, habilidad y
prestigio, logró Don Luís de Onís contener hasta cierto punto los desbordados impulsos
expansionistas, el “destino manifiesto” de los norteamericanos, haciendo finalmente el Tratado
Adams-Onís de las Floridas, firmado en Washington el 22 de febrero de 1819 por él y por John
Quincy Adams, Secretario de Estado, que años después fue elegido Presidente. El Tratado tardó
algún tiempo en ser ratificado en Madrid a causa de intrigas promovidas por el duque de Alagón y
el conde de Puñonrostro, favoritos del Rey, a quienes este había hecho concesión graciosa de
extensos territorios en las Floridas, que iban a perder en virtud de los términos del Tratado.
John Quincy Adams, que conocía bien a su oponente español tras varios os de
negociación, dice de él lo siguiente en sus Memorias:
Cold, calculating, wily, always commanding his own temper, proud because he is
Spaniard, but aupple and cunning, accommodating the tone of his pretensions precisely
to the degree of endurance of his oponent, bold and overbearing to the utmost extent to
wich it is tolerated. He is laborious, vigilant, and ever attentive to his duties; a man of
business and of the world.
(Frio, calculador, sagaz, siempre en pleno dominio de sí mismo, orgulloso, pues
es español, pero flexible y hábil, capaz de ajustar el tono de sus pretensiones al grado
preciso de resistencia de su contrincante, audaz e imperioso hasta el máximo de la
tolerancia ajena. Es un hombre laborioso, siempre alerta y siempre atento a sus deberes:
un hombre de mundo, experto en los negocios políticos.)
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En virtud del Tratado, España se liberó de una deuda de cinco millones de dólares,
reconocida con anterioridad al gobierno americano, y por otra parte cedió a los Estados Unidos
el territorio de las Floridas, Oriental y Occidental, entonces apenas poblado e indefenso, y que
hay limitación de fronteras entre los dominios españoles y los de la Unión al oeste del río
Mississippi, que aseguraría a España la pacífica posesión de dilatados territorios, no muy bien
conocidos y apenas colonizados de California, Texas, Arizona y Nuevo Méjico. Es decir, el
inmenso Suroeste que en un dramático y vertiginoso proceso histórico iba a perder Méjico
independiente, menos de treinta años después, en 1848, tras una guerra relámpago con los
Estados Unidos, terminada con la firma del famoso Tratado de Guadalupe-Hidalgo.
A su regreso a España en agosto de 1819, y tras la ratificación del Tratado en Madrid,
fue Don Luís de Onís designado embajador en Nápoles en Abril de 1820. Allí permaneció hasta
Junio de 1820 en que fue nombrado embajador en Londres, donde estuvo hasta Octubre de 1822,
año el que le fue concedido el retiro. Sin embargo, no regresa a España por ser sus ideas contrarias
al absolutismo imperante, y reside en una casa de campo, Bowes Farm, cerca de Londres hasta
septiembre de 1824, en que se traslada a París, y después a Montauban, siempre acompañado de
su hija soltera Clementina. A fines de 1826 y cediendo a los requerimientos de su cuñado Don
Manuel González Salmón, ministro de Estado en aquellas fechas del último periodo absolutista de
Fernando VII, se traslada a Madrid, donde vive apartado de los negocios públicos hasta el 17 de
Mayo de 1827, fecha de su muerte. Su esposa Doña Federica Mercklein y Grell había muerto en
Washington el 22 de Mayo de 1817, justamente diez os antes. Fueron tres los hijos que
constituyeron su descendencia: Mauricio Carlos, (de quién más adelante nos ocupamos), Narcisa
y Clementina de Onís Mercklein. La primera casó con Don José de Heredia y Begines de los Ríos,
marqués de la Torres, diplomático; un hermano de este, Don Gonzalo, marqués de Heredia-Carrión,
casó con la segunda. El hermano mayor de estos era D. Narciso de Heredia, conde de Ofelia y de
Heredia Spínola. Importante personaje político y diplomático de la primera mitad del siglo XIX, quién
en distintas ocasiones embajador en París, ministro de Justicia con Fernando VII, y Presidente del
Consejo de Ministros del mismo gobierno a la muerte del marqués de Casa Irujo, y de nuevo
Presidente en 1838 bajo la Reina Gobernadora Doña María Cristina.
Don Mauricio Carlos de Onís Mercklein fue el hijo mayor y único varón de Don Luis y Doña
Federica. Nacido en Dresde, Alemania, en 1790, murió en Madrid en 1863. Siguió la carrera
diplomática de su padre y ascendientes, comenzando por ser agregado a la Embajada española
en Londres en 1809. Fue después Secretario de la embajada española en Berlín, a las órdenes del
embajador. D. José García de León y Pizarro, y colaboró en París en la redacción del tratado de
paz con los franceses a la caída de Napoleón.
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En 1816 regresó a España a ocupar su puesto de Oficial de la Secretaría de Estado, y a
contraer matrimonio con su prima Carolina de Onís y Navarro-Pinillos, nacida en Cádiz, e hija de
D. Narciso de Onís González Vara, oficial de la Marina de guerra, que murió en la Batalla de
Trafalgar en 1805, y de Doña Elvira Navarro Pinillos, dama gaditana.
A partir de 1833, tras la muerte de Fernando VII, y ya bajo el régimen constitucional de la
Reina Gobernadora, durante la minoría de Isabel II, intervino D. Mauricio Carlos en política, afiliado
al partido progresista. Fue primeramente Senador electo por la provincia de Salamanca, y después
vitalicio. Era Presidente del Senado en 1843, y en calidad de tal tomó el juramento de la
Constitución a la Reina Isabel II, en sesión solemne del 10 de Noviembre de dicho año. Las Cortes
habían declarado la mayoría de edad de la joven Reina el día 8 del mismo mes.
En medio de las agitadas luchas políticas que caracterizan este período histórico, mantuvo
siempre D. Mauricio Carlos su lealtad al Trono, sin desvíos ni maquinaciones. Durante un breve y
difícil período del año 1839 fue ministro de Estado. También fue Tesorero de las Órdenes de Carlos
III y de Isabel La Católica. Escribió mucho. Entre sus obras, la mayor parte inéditas, se encuentran
varias reseñas históricas y comentarios de carácter político. También es muy abundante la
correspondencia con personajes de su época.
Hijo mayor de D. Mauricio Carlos fue D. Federico de Onís y Onís, que abandonó Madrid muy
joven, y llevado de su afición a la agricultura y cultivo de árboles y plantas, se estableción en La
Carolina, a poca distancia de Cantalapiedra , montando allí un espléndido vivero de toda suerte de
plantas, del que se surtieron los parques públicos y jardines privados de Salamanca, Valladodlid,
Palencia, etc. Él fue, quién regaló a la Universidad de Salamanca el gigantesco sequoia, cuyos
plantones había traído de California, y que aun se yergue en el patio de la universidad. Debió
plantarse hacia 1870.
Siguiendo la línea genealógica diremos que su hijo mayor fue Don José María de Onís y
López, quién vivió toda su vida en Salamanca ocupando el cargo de Jefe de la Biblioteca
Universitaria. Nació en Cantalapiedra en 1848 y murió en Salamanca en 1920.
Y ya en la época actual debemos ocuparnos de otro miembro muy destacado de esta ilustre
familia, descendiente directa del tronco originario de la Torre Villoria, en el Concejo de Onís. Nos
referimos a Don Federico de Onís y Sánchez, hijo del mencionado Don José María y Doña Teresa
Sánchez Pescador, que nació en Salamanca y murió en Puerto Rico (1885-1966). Don Federico no
fue diplomático como sus antepasados, que figuran en este brevísimo bosquejo biográfico de la
familia, fue un hombre de letras, un brillante profesor universitario, que pasó la mayor parte de su
vida en los Estados Unidos dando prestigio y difundiendo desde la cátedra su espíritu y su cultura.
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Tras estudiar la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca y Madrid, fue
nombrado en virtud de oposición catedrático de Lengua y Literatura Españolas de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Oviedo cuando aún no había cumplido los 25 años. Amigo
y simpatizante de otro ilustre asturiano, Don Melquiades Álvarez, redactó el Manifiesto de la
Juventudes reformistas. En la Universidad de Oviedo trabajó intensamente, haciendo una labor
original en su cátedra. Con motivo de la apertura del Curso académico 1912-1913 pronunció un
discurso inaugural sobre el problema de la Universidad española, que tuvo una gran resonancia en
todos los medios culturales y cuyo ideario sigue vigente en 1972. Realizó también en Oviedo
estudios sobre el folklore asturiano, romances y canciones.
Trasladado a la Universidad de Salamanca en 1915, permanec allí breve espacio de
tiempo, pues en 1916 fue nombrado Profesor de literatura española y Director del Departamento
de Estudios Hispánicos de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Su labor en esta
Universidad hasta 1953- fecha de su jubilación- ha tenido una proyección considerable, pues de
ella arranca toda la organización de la enseñanza de la lengua, la literatura, el arte y la cultura
española en todos los órdenes en las Universidades norteamericanas, en las que persiste el sello
de originalidad que le impuso Don Federico de Onís.
En los años sabáticos, o periodos de vacación, Don Federico fue profesor visitante o
conferenciante en Oxford, México, Puerto Rico, Bogotá, Venezuela, Nuevo México y Denver.
Director del Instituto Hispánico en los Estados Unidos, fundado por él en Nueva York en 1920. Con
anterioridad, de 1912 a 1916, fue Director de Estudios de la Residencia de estudiantes, de Madrid.
Miembro destacado del Centro de Estudios Históricos, de la Junta para Ampliación de Estudios, de
Madrid, y de la Hispanic Society of America. Fundador y Director hasta su muerte de la <Revista
Hispánica Moderna>, que se publica en Nueva York.
Al jubilarse en 1953 de su cátedra de la Universidad de Columbia, en Nueva York, marchó a
Puerto Rico, de cuyo Departamento de Estudios Hispánicos en la universidad era Director, para
continuar infatigablemente su labor docente y literaria, de la que no se apartó hasta su muerte,
acaecida en 1966, siendo enterrado en el Cementerio Viejo de San Juan, frente al mar, donde
también yace el poeta Pedro Salinas, y donde estuvo enterrado Juan Ramón Jiménez y su esposa
Zenobia Camprubí hasta su traslado a Meguar. La Universidad de Puerto Rico ha creado la
Biblioteca-Museo Onís para mantener viva su memoria, cuyo principal contenido con los libros,
objetos y cuadros legados por Don Federico de Onís a la Universidad.
La bibliografía de sus obras y publicaciones es muy considerable. De ella entresacamos la
siguiente:
1. Contribución al estudio del dialecto leonés. Salamanca, 1909.
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2. Universidad Literaria de Oviedo. Discurso leído en la solemne apertura del Curso
académico de 1912-1913. Oviedo, 1912.
3. Torres Villarroel. Vida. Ed. Intr. Y Notas de F. do Onís. Madrid, La Lectura. Clásicos
Castellanos, 1912.
4. Fray Luís de León. De los Nombres de Cristo. Ed. Intr. Y Notas de F. de Onís. Clásicos
Castellanos. La Lectura. Madrid, 1914.
5. A la Juventud española. Manifiesto de las Juventudes Reformistas asturianas. Gijón.
Imprenta del Noroeste, 1914.
6. Disciplina y Rebeldía. Madrid. Imprenta Clásica Española, 1915.
7. Fueros Leoneses de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes. Edición y estudios
de Américo Castro y F. de Onís. Centro de Estudios Históricos. Madrid, 1916.
8. Historia de la Literatura Española. Bibliografía mínima para uso de los estudiantes.
Columbia University, New York, 1918.
9. El Español en los Estados Unidos. Discurso inaugural de Curso de la Universidad de
Salamanca, 1920.
10. Ensayos sobre el sentido de la cultura española. Publicaciones de la Residencia de
Estudiantes. Madrid, 1932.
11. Antología de la Poesía española e hispanoamericana, (1882-19329. Publicaciones de la
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Estudios. Madrid, 1934.
12. Id. Id. Id. Reedición de las Américas Publishing Company, New York, 1961.
13. Antología de Poesía Ibero-Americana. Choise, Intr. Et Notes de Ventura García
Calderón. Les Editions Nagel. París, 1956.
14. Miguel de Unamuno: Cancionero Poético. Edición y Notas de F. de Onís.- Losada.
Buenos Aires, 1953.
15. ESPAÑA EN AMÉRICA. Estudio, ensayos y discursos sobre temas españoles e
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1955.
16. LA TORRE. Revista General de la universidad de Puerto Rico. Homenaje a Federico de
Onís - Año XVI, Num. 59. Enero.Marzo, 1968.
17. REVISTA HISPÁNICA MODERNA. Números de Enero-Abril y Julio-Octubre de 1968.
Homenaje a Federico de Onís. 2 Volúmenes. Hispanic Institute. Columbia University.
Nueva York.